La propuesta de una consulta popular ha generado una reacción predecible pero reveladora en los sectores políticos tradicionales: alarmismo, tergiversación y desprecio. Alegan que se trata de un intento de “reescribir la Constitución”, que “atenta contra la democracia” o que es una “maniobra populista”. Pero detrás de estos discursos se esconde una verdad incómoda: la derecha teme la participación directa de la ciudadanía, especialmente cuando esta puede poner en entredicho sus privilegios.
¿Qué molesta tanto de una consulta popular?
En lugar de celebrar un mecanismo legítimo de participación consagrado en la Constitución —como parte de una democracia participativa en Colombia—, los sectores conservadores buscan desacreditarlo. El argumento es simple: si el pueblo decide, puede cambiar las reglas del juego, y eso afecta sus intereses.
Pero más allá de la retórica, sus argumentos se caen por su propio peso:
- Dicen defender la democracia, pero rechazan que el pueblo participe. Para estos sectores, la democracia es válida solo si garantiza el statu quo. No es nuevo: también se opusieron al Acuerdo de Paz en Colombia, han bloqueado su implementación efectiva, y ahora cuestionan que las reformas sociales se consulten directamente con el pueblo.
- Hablan de proteger el empleo, pero rechazan la reforma laboral. Alegan que las reformas “ahuyentan la inversión y destruyen empleo”, pero omiten que hoy millones de colombianos viven en condiciones de informalidad y precarización. La consulta busca apoyar reformas que garanticen el derecho al trabajo en Colombia, mejores condiciones laborales y dignidad para quienes sostienen la economía desde abajo.
- Defienden la institucionalidad, pero sabotean el cambio. Se oponen a la reforma política urgente en Colombia, al fortalecimiento de los mecanismos de control político, a una política de drogas basada en la salud pública y a cualquier iniciativa que apunte a la justicia social y el desarrollo territorial. En nombre de la estabilidad, perpetúan la desigualdad.
Coherencia con el pueblo, no con los poderosos
El senador Julián Gallo Cubillos, comprometido con una política cercana a la gente, defiende la consulta como un paso hacia una Colombia más equitativa, en donde el pueblo tenga voz directa sobre las decisiones que afectan su vida cotidiana. Como senador comprometido con la paz, respalda mecanismos que amplíen la participación ciudadana, la transparencia y el ejercicio democrático.
La consulta popular no es un atajo, es una vía constitucional y legítima para que el país se exprese sobre las reformas que la derecha ha saboteado desde el Congreso. Es también una oportunidad para avanzar en la implementación del Acuerdo de Paz, en la defensa de los derechos humanos y en la lucha por una justicia social en Colombia que deje de ser una promesa incumplida.
La pregunta no es por qué el gobierno promueve una consulta.
La verdadera pregunta es: ¿por qué la derecha le teme tanto a que el pueblo decida?