El jueves 13 de agosto de 1999 fue asesinado Jaime Garzón, el periodista y humorista que logró convertir la risa en denuncia. Con sus personajes, su humor inteligente y su compromiso con la paz, Jaime creó un hito en la historia del país. Su voz cuestionó múltiples poderes y posicionó en el escenario público discusiones y temas que nadie se atrevía a mencionar, como la corrupción, el abuso de poder, la relación entre militares y paramilitares, la desigualdad y la exclusión social.
Comunicar es resistir: el legado de Garzón
Jaime Garzón interpretó múltiples personajes que reflejaban diferentes realidades de la sociedad colombiana, entre ellos Heriberto de la Calle, Godofredo Cínico Caspa, Dioselina Tibaná y Jhon Lenin. Fue a partir de estas creaciones que el periodista logró contribuir a la construcción de una mirada amplia y diversa del país.
Además, posicionó a los medios de comunicación como actores imprescindibles para enriquecer el debate público, al pasar de enfocarse exclusivamente en el entretenimiento o en la información parcial, a convertirse en vehículos de crítica política y social. Su labor también contribuyó a generar discusiones en la sociedad, no solo sobre temas coyunturales, sino también sobre problemáticas sociales que tradicionalmente eran silenciadas.
Su mayor legado es el uso del humor y de la sátira para humanizar la política, pues ubicó al ciudadano común en el centro de la discusión pública. A través de la interpretación de la realidad de diferentes clases sociales y del impacto del poder político en diversos contextos, invitó a la ciudadanía a reflexionar sobre la realidad del país.
El impacto de su labor fue tal que, más de dos décadas después, sigue siendo inspiración para periodistas y comunicadores que, a través del ejercicio de su profesión, buscan contribuir al fortalecimiento de la democracia.
Asimismo, su compromiso con la paz y la defensa de los derechos humanos motivó a miles de personas a comprometerse con la defensa de la vida y la libertad de expresión. Tanto así, que hoy en día su nombre está presente en instituciones educativas, centros de pensamiento y reflexión,espacios culturales y premios nacionales. Su asesinato, en vez de opacar otras voces críticas, se convirtió en un ejemplo de resistencia desde el periodismo, la creatividad y el humor.
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La justicia sigue en deuda.
Después de 26 años de su asesinato, el Estado colombiano reconoció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) su responsabilidad por la participación de agentes estatales, tanto en el crimen como en la dilatación de la investigación, afectando también los derechos de sus familiares. Aunque existen algunas condenas en firme contra los actores intelectuales y este reconocimiento representa un avance significativo, aún falta el esclarecimiento pleno de los hechos.