
Punto 4 del Acuerdo de Paz: transformar el campo para superar la guerra contra las drogas
Durante décadas, el narcotráfico fue el combustible de la guerra en Colombia. Sin embargo, el campesino nunca fue el enemigo: fue la primera víctima de un modelo que lo condenó a la exclusión y lo empujó a, por ejemplo, sembrar coca como única salida de supervivencia.
Por eso, el cuarto punto del Acuerdo de Paz toca una de las raíces más profundas del conflicto armado: las drogas ilícitas.
Una solución integral
A diferencia de la vieja “guerra contra las drogas”, centrada en la represión, el Punto 4 propone una visión integral que parte de la dignidad campesina y la presencia del Estado en los territorios:
- Sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito, no impuesta por la fuerza.
- Apoyo a proyectos alternativos como el cacao, el café o los frutales que generan ingresos sostenibles.
- Infraestructura y servicios públicos: escuelas, hospitales, vías y acompañamiento técnico en las zonas cocaleras.
- Una política de drogas basada en la salud pública, y no solo en la criminalización.
El objetivo es romper el círculo vicioso donde la falta de alternativas empuja al campesino a depender de los cultivos de uso ilícito.
Un cambio de paradigma
La paz significa que ninguna familia debe escoger entre sembrar coca o morir de hambre. Por eso, este punto del Acuerdo busca cambiar la historia: pasar de la “guerra contra las drogas” a la construcción de un campo con dignidad y oportunidades.
Retos actuales
A casi nueve años de la firma del Acuerdo, los avances en este punto son dispares. Existen experiencias exitosas de sustitución en regiones donde las comunidades han logrado sostener proyectos alternativos. Pero también persisten amenazas: la erradicación forzada, la falta de cumplimiento estatal y la violencia contra líderes campesinos que defienden la paz.
Un compromiso con la vida
El Punto 4 recuerda que la paz no se firma solo en un documento: se siembra en la tierra, en los cultivos que alimentan y en la confianza de que el Estado no volverá a darle la espalda a las comunidades rurales.
Como lo ha reiterado el senador Julián Gallo, firmante del Acuerdo de Paz, transformar el campo colombiano es condición para cerrar definitivamente la puerta a la violencia. Garantizar alternativas reales para las familias campesinas es garantizar la vida.
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