
El Fin del Conflicto: un punto de inflexión para Colombia
El tercer punto del Acuerdo de Paz firmado en 2016, conocido como “Fin del Conflicto”, es quizá el más simbólico de todo el pacto. No se trató solamente de poner un punto final a más de cincuenta años de confrontación armada, sino de sentar las bases para una nueva forma de relacionarnos como sociedad.
Más que la dejación de armas
Este punto incluyó medidas históricas:
- El cese bilateral y definitivo del fuego, que puso fin a la confrontación armada entre el Estado y las FARC-EP.
- La dejación de armas por parte de la insurgencia, bajo un estricto proceso de verificación de Naciones Unidas.
- La creación de las zonas veredales transitorias de normalización, espacios donde los excombatientes iniciaron su tránsito hacia la vida civil.
- Y un proceso de reincorporación económica, social y política que buscaba garantizar educación, trabajo y participación democrática.
Pero lo fundamental fue que el acuerdo no se redujo a la entrega de fusiles: abrió la posibilidad de construir un país donde la palabra sustituye a la violencia y donde la política reemplaza a las armas.
El significado histórico
El Fin del Conflicto no fue un acto aislado ni un trámite logístico. Fue una decisión histórica: dejar atrás la guerra como forma de lucha y reconocer que la democracia debía ser el escenario para tramitar las diferencias. En ese sentido, el Punto 3 es un recordatorio de que Colombia no está condenada a la violencia.
Retos y desafíos
A casi nueve años de su firma, este punto sigue planteando enormes desafíos. La reincorporación de los firmantes de paz no ha sido sencilla:
- Persisten riesgos de seguridad que afectan a excombatientes y líderes sociales.
- Los proyectos productivos enfrentan trabas y falta de apoyo sostenido.
- La estigmatización aún marca la vida cotidiana de quienes le apostaron a la paz.
Sin embargo, también hay avances: comunidades que conviven en paz con los firmantes, iniciativas de reconciliación desde los territorios y ejemplos de cómo la reincorporación es posible cuando hay garantías reales.
Una lección para el país
El Fin del Conflicto es una lección viva: la reconciliación no ocurre de la noche a la mañana, sino con voluntad, garantías y compromiso colectivo. Como lo señaló el senador Julián Gallo, firmante del Acuerdo de Paz, este punto demuestra que Colombia puede caminar hacia una democracia más incluyente, donde las diferencias se resuelvan con palabras y no con balas.
El reto ahora es que el Estado cumpla a cabalidad lo pactado y que la sociedad entera reconozca el valor de quienes optaron por transformar la lucha armada en un proyecto de vida en paz. Porque el Fin del Conflicto no es un hecho del pasado: es una tarea del presente y una promesa hacia el futuro.
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