Bogotá celebra su aniversario: la ciudad que sueña con la paz

Cada 6 de agosto, Bogotá conmemora su fundación, recordándonos la riqueza histórica, cultural y social de la capital del país. Este año, desde el Congreso de la República, el senador Julián Gallo Cubillos rinde homenaje a la ciudad, reconociendo su papel fundamental en la búsqueda de la reconciliación nacional y la construcción de paz sostenible en Colombia.

Bogotá, cuna de diversidad y oportunidades

Bogotá es un territorio donde confluyen millones de historias de vida, marcadas por la migración, la resistencia y los sueños de quienes la habitan. Es una ciudad que representa el país en toda su complejidad: desigualdades profundas, pero también una capacidad inmensa de movilización social, de lucha por los derechos humanos y de búsqueda de justicia social.

Un compromiso con la ciudad y su gente

El senador Julián Gallo ha destacado que Bogotá es un escenario en donde construir futuro, donde el diálogo, la participación ciudadana y la convivencia deben ser pilares para avanzar hacia una Colombia más equitativa y reconciliada.
“Bogotá nos ha enseñado que la diversidad es nuestra mayor fortaleza, que el diálogo y la convivencia son el camino para construir futuro. Esta ciudad merece paz, justicia y oportunidades para todas y todos”, expresó el senador.

Bogotá, capital de la paz y la memoria

En este nuevo aniversario, el llamado es a que Bogotá sea capital de la paz, epicentro de memoria histórica, participación ciudadana y democracia incluyente. Una ciudad que reconozca sus heridas, trabaje por cerrar las brechas sociales y contribuya a consolidar la reconciliación política en Colombia.

JEP a la deriva: sin garantías para víctimas ni comparecientes

La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), concebida como uno de los pilares del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, atraviesa hoy una crisis de legitimidad y eficacia que preocupa profundamente a víctimas y firmantes del Acuerdo de Paz. A casi nueve años de la firma, las demoras en las decisiones judiciales, la falta de garantías procesales y la ausencia de una ruta clara para sentencias integrales han puesto en entredicho la promesa de justicia que dio origen a esta jurisdicción. Este artículo de Camilo Ernesto Fagua expone las fallas estructurales y los riesgos de impunidad que se ciernen sobre un sistema que nació para cerrar el ciclo de la guerra y hoy parece desviarse de ese propósito.


Camilo Ernesto Fagua
*Abogado defensor de Derechos Humanos y parte de la defensa de las antiguas FARC en la JEP.

Hace más de ocho años, la JEP, como parte del Sistema Integral creado en el Acuerdo Político de Paz suscrito en 2016, se integró a la estructura del Estado. En consecuencia, tanto su marco normativo como el actuar de sus funcionarios quedaron sometidos al imperio de la Constitución, con el propósito de contribuir a materializar la paz como derecho de toda la sociedad. Por ello, escuchar a algunos magistrados afirmar que los reclamos por la vulneración de derechos fundamentales a los comparecientes de las otrora FARC-EP no tienen suficiente relevancia, y que los procedimientos pueden continuar como si nada ocurriera, evidencia el preocupante rumbo que ha tomado esta jurisdicción.
Cuando las 12.119 personas que hoy continúan activas en su proceso de reincorporación depusieron las armas, no solo asumieron los compromisos del Acuerdo, sino que confiaron legítimamente en el Estado colombiano como garante de sus derechos. Especialmente, en aquellos contenidos en el capítulo 1 de la Constitución y en los mecanismos establecidos para su exigibilidad. Resulta incomprensible que la jurisdicción creada para la paz y la reconciliación, por decisión de algunos de sus funcionarios, hoy siente las bases de una justicia fragmentada que puede conducir a la impunidad, contrariando los derechos de las víctimas.
La historia de esta controversia se remonta al 24 de abril de 2025, cuando, ante la falta de una respuesta jurídica clara, el último secretariado de las extintas FARC-EP recurrió a la acción de tutela para exigir la protección de sus derechos fundamentales, vulnerados por la inacción de la JEP y la inaplicabilidad del artículo de su ley estatutaria que ordena emitir una única resolución de conclusiones por persona. Tres meses después, sin un fallo definitivo, ya se han interpuesto otras dos tutelas que incluso solicitan que sea la Corte Constitucional quien resuelva de fondo esta situación.
La razón de ser de esa única resolución de conclusiones es precisamente garantizar que las sentencias recojan la totalidad de los hechos y conductas más graves y representativas, permitiendo así la individualización de los máximos responsables —como lo ha indicado la Corte Constitucional—, en función de los derechos de las víctimas a la verdad y la reparación integral, y evitando decisiones parciales que abran la puerta a la impunidad.
La JEP perdió una oportunidad histórica. En un acto sin precedentes, en octubre de 2024, el secretariado de las ex FARC renunció al derecho universal de la presunción de inocencia sobre hechos ya contrastados, solicitando a cambio la imposición de una única sanción por las conductas no amnistiables de las que se han declarado responsables. La magistratura pudo haber aprovechado ese gesto para unificar los procesos de los siete comparecientes y acelerar el ritmo hacia una sanción integral. Desde 2021, reposan en sus escritorios informes completos entregados por las víctimas.
Es paradójico: mientras expresidentes que eludieron la competencia de la JEP siguen utilizando peligrosas maniobras para atacar la institucionalidad y perpetuar la impunidad en la justicia ordinaria, son los máximos responsables de las ex FARC quienes hoy reclaman celeridad y sanciones, en cumplimiento de la ley.
En 2018, las víctimas depositaron su confianza en la posibilidad de acceder a la verdad y la justicia sin revanchas. Esa confianza aún puede rescatarse, si los funcionarios de la jurisdicción hacen un alto en el camino, trazan un verdadero plan de unificación de procesos, y retoman el rumbo del Acuerdo de Paz, garantizando los derechos de todas las partes involucradas.

Jaime Garzón: 26 años de un crimen contra la risa y la verdad

El jueves 13 de agosto de 1999 fue asesinado Jaime Garzón, el periodista y humorista que logró convertir la risa en denuncia. Con sus personajes, su humor inteligente y su compromiso con la paz, Jaime creó un hito en la historia del país. Su voz cuestionó múltiples poderes y posicionó en el escenario público discusiones y temas que nadie se atrevía a mencionar, como la corrupción, el abuso de poder, la relación entre militares y paramilitares, la desigualdad y la exclusión social.

Comunicar es resistir: el legado de Garzón

Jaime Garzón interpretó múltiples personajes que reflejaban diferentes realidades de la sociedad colombiana, entre ellos Heriberto de la Calle, Godofredo Cínico Caspa, Dioselina Tibaná y Jhon Lenin. Fue a partir de estas creaciones que el periodista logró contribuir a la construcción de una mirada amplia y diversa del país.

Además, posicionó a los medios de comunicación como actores imprescindibles para enriquecer el debate público, al pasar de enfocarse exclusivamente en el entretenimiento o en la información parcial, a convertirse en vehículos de crítica política y social. Su labor también contribuyó a generar discusiones en la sociedad, no solo sobre temas coyunturales, sino también sobre problemáticas sociales que tradicionalmente eran silenciadas.

Su mayor legado es el uso del humor y de la sátira para humanizar la política, pues ubicó al ciudadano común en el centro de la discusión pública. A través de la interpretación de la realidad de diferentes clases sociales y del impacto del poder político en diversos contextos, invitó a la ciudadanía a reflexionar sobre la realidad del país.

El impacto de su labor fue tal que, más de dos décadas después, sigue siendo inspiración para periodistas y comunicadores que, a través del ejercicio de su profesión, buscan contribuir al fortalecimiento de la democracia.

Asimismo, su compromiso con la paz y la defensa de los derechos humanos motivó a miles de personas a comprometerse con la defensa de la vida y la libertad de expresión. Tanto así, que hoy en día su nombre está presente en instituciones educativas, centros de pensamiento y reflexión,espacios culturales y premios nacionales. Su asesinato, en vez de opacar otras voces críticas, se convirtió en un ejemplo de resistencia desde el periodismo, la creatividad y el humor.

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La justicia sigue en deuda.

Después de 26 años de su asesinato, el Estado colombiano reconoció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) su responsabilidad por la participación de agentes estatales, tanto en el crimen como en la dilatación de la investigación, afectando también los derechos de sus familiares. Aunque existen algunas condenas en firme contra los actores intelectuales y este reconocimiento representa un avance significativo, aún falta el esclarecimiento pleno de los hechos.

25 de julio: dignidad y resistenciaen el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente

Este 25 de julio, en el marco del Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, Afrolatina, Caribeña y de la Diáspora, nos unimos a la conmemoración de las luchas históricas, la resistencia cotidiana y las
apuestas por la vida digna de las mujeres afrocolombianas y del continente.
En Colombia, las mujeres afrodescendientes son pilar fundamental en la construcción de paz, la defensa del territorio y los derechos colectivos, a pesar de haber sido históricamente marginadas, racializadas y violentadas. Reconocemos su papel clave en procesos de organización comunitaria, reivindicación de la identidad étnicoracial, y en la lucha contra el racismo estructural y el patriarcado.
Compromiso legislativo con la justicia étnico-racial y la participación de las mujeres afrodescendientes en la construcción de paz.

Este día es también una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso como congresistas con la implementación del capítulo étnico del Acuerdo de Paz, la representación política efectiva, y el
acceso equitativo a los derechos para las mujeres negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras.

Como lo hemos hecho desde nuestra labor legislativa y territorial, reiteramos nuestro respaldo a sus procesos organizativos, a las lideresas sociales y a las mujeres firmantes del Acuerdo de Paz que,
desde sus comunidades, continúan apostándole a un país justo, incluyente y sin discriminación.
Las vidas afrodescendientes importan. Las voces de las mujeres afro deben ser escuchadas y respetadas.

La vida de los que construyen paz sigue en riesgo

Colombia sigue siendo un país profundamente riesgoso para quienes defienden los derechos humanos, promueven la cultura en sus comunidades o transitaron el camino de la reincorporación para apostarle a una vida en paz. En menos de dos semanas, tres firmantes del Acuerdo de Paz y un joven líder cultural han sido asesinados, mostrando con crudeza la persistencia de la violencia contra quienes decidieron apostarle a la paz.

Violencia persistente contra quienes le apuestan a la paz

El 14 de julio de 2025 fueron asesinados Ferney Elago Caviche y Florilba Ramos Morano, firmantes del Acuerdo de Paz, en su vivienda ubicada en la vereda Valle Nuevo, municipio de Silvia, Cauca. Ambos hacían parte del antiguo ETCR Los Monos en Caldono y adelantaban su proceso de reincorporación como administradores de un proyecto colectivo de cultivo de aguacate Hass perteneciente a la cooperativa Cooomep. La Defensoría del Pueblo había advertido desde 2023 un riesgo inminente en la zona debido a amenazas, homicidios y confinamientos forzados que se han intensificado por la presencia de grupos armados como el EMC, el ELN y bandas locales.

Días antes, el 30 de junio, fue hallado sin vida William Ferney Pazú, joven líder cultural de Jambaló (Cauca), apasionado por la música y el trabajo comunitario. Dinamizador del proceso musical Kwess fxiw – Nuestras semillas e integrante del grupo Los Tiraflechas, su asesinato en zona de fuerte presencia armada representa un golpe profundo a la construcción de paz desde los territorios.

El 9 de julio fue encontrado el cuerpo sin vida de Giovanni Ordóñez Triana, firmante del Acuerdo de Paz, tras ser reportado como desaparecido en Fusagasugá. Estaba en proceso de reincorporación en Icononzo, Tolima. La zona de su hallazgo también había sido señalada por la Defensoría como territorio bajo amenaza.

Un llamado urgente al Estado y la sociedad

Estas tragedias no son hechos aislados. Son la muestra del incumplimiento del Estado con lo pactado en el punto 3 del Acuerdo de Paz, relativo a las garantías de seguridad, y es también el reflejo de una sociedad que no ha logrado superar la indiferencia. Cada atentado contra un firmante de paz es un crimen contra la paz de nuestro país.

A casi nueve años de la firma del Acuerdo, estos asesinatos nos recuerdan que la paz es un proceso que exige compromiso con la verdad, memoria histórica y garantías reales para la vida de quienes la construyen día a día en condiciones adversas. La impunidad también mata.

¿Cuántos líderes más deben caer para que el Estado actúe?

No se puede hablar de reconciliación ni de democracia mientras se siga asesinando a quienes lideran procesos de transformación en Colombia. Desde el Congreso, voces como la del senador Julián Gallo Cubillos han sido insistentes en denunciar estos crímenes y exigir el cumplimiento del Acuerdo de Paz. Tal como se expone en el artículo “El compromiso del senador Julián Gallo con la implementación del Acuerdo de Paz”, la defensa de la vida de los firmantes no es solo un deber moral, sino una condición básica para que Colombia avance hacia una reconciliación real y duradera.