
Santa Marta: 500 años de historia, desafíos y compromiso con los territorios
El 29 de julio de 1525 se fundó oficialmente la ciudad de Santa Marta, la más antigua aún existente en Colombia. A cinco siglos de ese hecho histórico, esta conmemoración invita no solo a recordar, sino a mirar de frente los desafíos presentes en una región cargada de historia, belleza natural y profundas deudas sociales.
Santa Marta cumple 500 años entre contrastes: una ciudad marcada por la diversidad cultural, la resistencia de sus pueblos indígenas y afrodescendientes, y una ubicación privilegiada que la convierte en destino turístico. Pero también una ciudad que reclama mayor inversión social, reconocimiento territorial y garantías para sus comunidades rurales, urbanas y populares.
Esta efeméride es una oportunidad para renovar el compromiso con los territorios, con la implementación integral del Acuerdo de Paz, con la inclusión social, y con un modelo de desarrollo que respete la dignidad de sus habitantes y el valor ambiental de su entorno.
La Sierra Nevada, corazón espiritual del Caribe colombiano, sigue siendo un símbolo vivo de sabiduría ancestral y equilibrio ambiental. Los pueblos indígenas que la habitan llevan siglos cuidándola. Sus voces deben ser parte activa de la visión de futuro de la ciudad.
Conmemorar 500 años también implica reconocer que la paz se construye desde lo local. Desde las comunidades que defienden el agua, la cultura, el territorio; desde las víctimas del conflicto que esperan verdad y reparación; y desde quienes decidieron dejar atrás el conflicto armado para contribuir con sus manos a una nueva Colombia.
Este enfoque territorial no es nuevo. Como se destaca en el artículo “Sucre en el corazón: el compromiso del senador Julián Gallo con el Caribe”, la presencia activa en departamentos históricamente olvidados y la escucha directa a campesinos, pueblos indígenas y firmantes del Acuerdo ha sido clave para fortalecer una paz con justicia social en la región. La experiencia en Sucre resuena también en Santa Marta: la paz se siembra caminando el territorio y reconociendo a sus protagonistas.
Santa Marta tiene todo para ser referente de reconciliación, desarrollo y justicia social. La historia que viene debe escribirse con los pueblos, no sobre ellos.
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