
Educación rural y participación: claves para una democracia territorial
Julián Gallo Cubillo
La educación rural como derecho y como base para la paz
En Colombia, la educación rural ha sido históricamente olvidada. Durante décadas, miles de niños, niñas y jóvenes en el campo han enfrentado barreras de acceso, precariedad en la infraestructura y ausencia de oportunidades de formación pertinente para su contexto. Pero más allá del derecho básico a la educación, lo que está en juego es algo mayor: la posibilidad de construir una democracia territorial, inclusiva y participativa.
El Acuerdo de Paz lo dejó claro: garantizar una educación con enfoque territorial es esencial para cerrar brechas, fortalecer el tejido social y permitir que las comunidades rurales ejerzan su ciudadanía de forma activa.
Educación y participación: un binomio para la transformación
Cuando hablamos de participación política, no solo nos referimos a votar. Se trata de que las comunidades puedan incidir en las decisiones que afectan sus vidas. Y para ello, la educación es fundamental: forma liderazgos, fortalece la organización social y genera pensamiento crítico.
Una educación rural con enfoque diferencial debe:
- Reconocer los saberes ancestrales y campesinos.
- Incorporar la historia del conflicto armado y la construcción de paz.
- Preparar a los jóvenes para defender sus derechos y aportar a sus territorios.
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Impulso a la educación como derecho territorial
Desde el Congreso de la República hemos acompañado propuestas legislativas y debates que exigen una política educativa pensada para el campo.
Como senador y firmante del Acuerdo, he defendido:
- La necesidad de financiación adecuada para la educación rural, con acceso digno a tecnología, conectividad y formación docente.
- La articulación entre educación y desarrollo territorial, como vía para la paz sostenible.
- El fortalecimiento de las escuelas como espacios democráticos, de participación, memoria y reconciliación.
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Educar para quedarse: evitar el desarraigo
Uno de los grandes desafíos en los territorios rurales es el desplazamiento forzado, tanto por la violencia como por la falta de oportunidades. Una educación pertinente y de calidad puede ser una herramienta para que los jóvenes no tengan que abandonar sus tierras, sino que puedan formarse allí mismo para transformar su entorno.
Apostarle a la educación rural es apostar por el arraigo, la dignidad y el futuro del campo colombiano.
Sin educación rural no hay democracia verdadera
La justicia social comienza por reconocer que no puede haber ciudadanos de segunda categoría. El campo colombiano merece las mismas oportunidades que las ciudades. Y sin educación rural digna, no es posible construir una democracia participativa ni consolidar la paz.
Seguiré trabajando desde el Congreso para que el derecho a la educación sea una realidad en todos los rincones del país.
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